LA PRIMAVERA CELTA
Desde hace unos años a esta parte hemos asistido a un auge de todo lo celta. El triskel, el laberinto, la espiral… son símbolos conocidos universalmente que cualquiera reconocerá como “celtas” aunque no conozca el significado de esos signos sagrados ya que por desgracia, para la mayoría de la gente de a pie estos símbolos han quedado relegados a la mera decoración o a la simplificación de “signos de suerte”, y esto en los mejores casos. ¿La moda por lo celta ha traído algo bueno a los que nos dedicamos a recuperar tradiciones de esta índole? Por supuesto: hay más investigación, más publicaciones, más presencia de todo lo que necesitamos para estudiar y ordenar la información que necesitamos para nuestro trabajo como reconstruccionistas. Es mucho más fácil encontrar pequeños colgantes de nuestros símbolos sagrados e incluso ir a tatuarse alguno de ellos no es nada raro, pero ojo, esto también es signo de algo negativo: la banalización de signos que para nosotros (y también para ellos, para los ancestros) tienen un significado más profundo y vital, signos que representan en sí mismos nuestra concepción de la Vida y de la Realidad, signos que no son “para tener buena suerte” sino que son algo más, son nuestros particulares mandalas, sencillos y primitivos esquemas que nos recuerdan el Ciclo de la Vida, el concepto de una realidad en la que la basamos nuestras creencias.
¿Qué más consecuencias ha tenido esta Primavera Celta para los reconstruccionistas de las antiguas creencias? Por supuesto, gente interesada en las mismas que nos apoya, que nos sigue, que nos proporciona una retroalimentación a la hora de avanzar, de investigar y de crear nueva información que ofrecer a nuestros creyentes. Personalmente en este último año he trabajado más, más deprisa y con más eficacia desde que tengo gente detrás que quiere aprender, que quiere saber, que quiere practicar y de la cual me siento responsable. Además, también permite que haya acercamientos entre los grupos que nos dedicamos a estas creencias, ya seamos celtibéricos, irlandeses, galos, bretones… acercamientos muy constructivos en los que prima el intercambio de información, la sana comparación entre panteones o ritos y sobretodo, el establecimiento de relaciones amistosas que generan un buen ambiente entre la comunidad de reconstruccionistas de las distintas creencias celtas.
Pero no todo es positivo en esta Primavera Celta, y bajo los rayos de sol y las flores también hay sombras y lodos. Como siempre sucede en cualquier ámbito que comienza a despuntar entre la sociedad, hay quien encuentra su ocasión para sacar un beneficio personal y nada altruista o espiritual. Me referiré ahora al ámbito de las creencias y la religión, pues pienso que involucran una ética muy distinta a la de, por ejemplo, el tatuador o el artesano que pueden sacar beneficio del auge celta gracias a su trabajo, al igual que quien imparte un curso sobre disciplinas inherentes a las creencias celtas o publica un libro al respecto. En concreto, quiero mencionar el engaño y la estafa a la que muchos son sometidos por parte de personas o grupos que disfrazan su ambición económica de pretensiones espirituales al alcance de todos. Perdón, al alcance de quien se pueda permitir sus supuestas iniciaciones y cursos de sacerdocio.
No. Una iniciación no se obtiene pagando. Al sacerdocio no se accede pagando. ¿Pondríamos precio a nuestra experiencia vital? ¿Pondríamos precio al camino que hemos transitado hasta ahora? ¿Cuánto dinero podemos pedir a alguien por enseñarle lo que aprendimos tras un desengaño con un amigo, por ejemplo? Esto, ni más ni menos, es lo que es una iniciación y también la consecución de un título sacerdotal. Son experiencias, son vivencias, en muchas ocasiones tremendamente duras pues no son sino pruebas que las propias divinidades nos ponen para enfrentarnos a nosotros mismos mediante el auto conocimiento. Son saberes que no están en los libros, es una información íntima y vital que se obtiene de forma empírica y que por tanto, NO se puede enseñar en un curso de unos meses, ni siquiera de unos años. Se adquiere cuando nos sumergimos en la creencia con respeto y humildad, cuando estamos dispuestos a aprender e incluso a desprendernos de estigmas demasiado afianzados. Ese conocimiento será nuestro al cabo de un tiempo indeterminado pero que será duro y requerirá un gran sacrificio, un sacrificio que puede ser tal que prefiramos incluso pagar por evitarlo.
¿Será por eso que muchos se auto engañan y pagan por un diploma, por un título, aunque eso signifique que siguen vacíos por dentro? ¿Será que lo que buscan es el fin, el título que les permita también a ellos cobrar dinero por transmitir nada, por dar tres pinceladas superficiales, por hacer creer a la gente que forman parte de algo que apenas han logrado rozar con los dedos? Cuando nos pidan dinero por algo, analicemos el por qué. Seamos críticos, tomemos tiempo para pensar qué nos ofrecen a cambio del dinero y consultemos al resto de la comunidad pagana sin miedo antes de caer en un engaño o sentirnos estafados.
Y si a pesar de todo decides pagar por un título o una iniciación y no recibes lo que esperabas o te tratan como a un simple consumidor o cliente, no digas que nadie te avisó.
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